LLevo una vida tan ajetreada que no sé si alguna vez me he parado a pensar lo que me estoy perdiendo.
En Navidad, frente a mi casa en Clarines, había un pequeño tronco con tres ramas, sin una sola hoja.
Era tan feo que pensé en ponerle unas bolas doradas y unos adornos para embellecerlo un poco. Pensé sinceramente que era un árbol muerto.
De pronto, en Marzo, empezaron a brotarle algunas hojas, y me dije, » ahhh pues no, parece que está vivo».
No sé como, (y a pesar de verlo diariamente) el árbol se ha vuelto de un verde frondoso, desde el suelo hasta la copa.
» ¿¿ CÓMO HA SIDO?? ¿¿ QUÉ ME HE PERDIDO??» me preguntaba ayer.
De pronto me di cuenta de que todo a mi alrededor había cambiado: Mis hijos se habían hecho mayores, los pájaros habían hecho un nido y criado polluelos frente a mi casa, a mis amigas les había cambiado la vida, mis padres se volvieron ancianos.. Y todo sin que yo me diese cuenta….
¿¿ DÓNDE HE ESTADO TODO ESTE TIEMPO??.
Entonces me SENTÉ.
Dejé todo y me senté.
Empecé a observar el vuelo de los pájaros al atardecer, sus cantos, sus revoloteos… Escuché el silencio del campo, adornado con el sonido de la naturaleza. Me paré a contemplar una puesta de sol en Clarines. Cogí de la mano a mi marido. Recé, recé mucho…
Y me di cuenta de lo que valen lo que llamamos «pequeñas» cosas.