Silencio en el Martes Santo

SEMANA SANTA

Noche del Martes santo en nuestro pueblo. Noche de Silencio. El Cristo de la Sangre de la Hermandad De la Vera Cruz recorre las calles de Beas en un solemne Vía Crucis, portado en andas. » Tú me mueves, Señor, muéveme el verte, clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muéveme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera».

El Cristo de la Sangre, hacía su salida a las 9 de la noche , desde la parroquia de San Bartolomé, portado a hombros por los hermanos de la Asociación Piadosa de la Vera Cruz, Cristo de la Sangre y Soledad de María, recorriendo en silencio el Carnerete, la Plaza de España , la calle Cervantes, Federico García Lorca, Ramón y Cajal, Calle San Bartolomé y volvía a su parroquia alrededor de las 10 y media de la noche de un Martes Santo en el que reinó el silencio y la luz de las velas que alumbraban al Santísimo Cristo. « Señor, no me gusta ser débil. No me gusta tener una salud quebradiza. No me gusta equivocarme. No quiero depender de nada, de nadie. Tampoco me gusta depender de ti, Señor. Lo reconozco. Pienso que todo habría sido mejor sin los defectos y faltas que me avergüenzan. Tú, sin embargo, Señor, amas mi debilidad, me pides que te ofrezca mi debilidad. Me llamas a mí, con mi amor propio, mi orgullo, mi ímpetu dominador, mi corazón dividido, mi ansiedad, mi necesidad de relación, mi sensibilidad que me produce tantos rompimientos de cabeza, mi cansancio, mi perfeccionismo, mi coraje… Me quieres como soy.  Ayúdame a comprender que en mi herida está mi don; en mi pecado, tu misericordia; en mi pobreza, tu riqueza; en mi tentación, tu Espíritu; en mi sufrimiento, la fuente de la sabiduría; en mi dolor, la capacidad de comprender a los demás. Señor, aunque me cueste, quiero apoyar mi vida no en mi fuerza, sino en la tuya; y te ofrezco mi debilidad como mediación amorosa para que puedas hacerte presente en la vida de los que me rodean, de los que más me necesitan.»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *