Hoy, el Evangelio nos presenta tres escenas: la traición de Judas, los preparativos para celebrar la Pascua y la Cena con los Doce.
La palabra “entregar” ( παραδώσει –paradósei- en griego) se repite seis veces y sirve como nexo de unión entre esos tres momentos: (1) cuando Judas entrega a Jesús; (2) la Pascua, que es una figura del sacrificio de la cruz, donde Jesús entrega su vida; y (3) la Última Cena, en la cual se manifiesta la entrega de Jesús, que se cumplirá en la Cruz.
Queremos detenernos aquí, en la Cena Pascual, donde Jesucristo manifiesta que su cuerpo será entregado y su sangre derramada. Sus palabras: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará» (Mt 26,20) invita a cada uno de los Doce, y de modo especial a Judas, a un examen de conciencia. Estas palabras son extensivas a todos nosotros, que también hemos sido llamados por Jesús. Son una invitación a reflexionar sobre nuestras acciones, sean buenas o malas; nuestra dignidad; plantearnos qué estamos haciendo en este momento con nuestras vidas; hacia dónde estamos yendo y cómo hemos respondido al llamado de Jesús. Debemos respondernos con sinceridad, humildad y franqueza.
Recordemos que podemos esconder nuestros pecados de otras personas, pero no podemos ocultarlos a Dios, que ve en lo secreto. Jesús, verdadero Dios y hombre, todo lo ve y lo sabe. Él conoce lo que hay en nuestro corazón y de lo que somos capaces. Nada está oculto a sus ojos. Evitemos engañarnos, y recién después de habernos sincerado con nosotros mismos es cuando debemos mirar a Cristo y preguntarle «¿Acaso soy yo?» (Mt 26,22). Tengamos presente lo que dice el Papa Francisco: «Jesús amándonos nos invita a dejarnos reconciliar con Dios y a regresar a Él para reencontrarnos con nosotros mismos».
Miremos a Jesús, escuchemos sus palabras y pidamos la gracia de entregarnos uniéndonos a su sacrificio en la Cruz.