Mañana iniciamos la Semana santa 2020 con el Domingo de Ramos, una semana de pasión muerte y resurrección de Jesucristo que no se nos olvidará fácilmente.
Ya en el día de hoy hemos visto algunas palmas en los balcones y ventanas que anuncian ese inicio de la Semana Mayor. Pero para meternos de lleno qué mejor que las palabras del párroco de nuestra localidad José Ramón Verea quien con estas bonitas palabras nos pide que volvamos la mirada a Dios.
Unas palabras escritas para la revista de la Semana Santa de Beas 2020 que no verá la luz pero que compartimos con vosotros.
“A nadie debáis nada, más que amor”
“Reconoced el momento en que vivís, pues ya es hora de despertarnos del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos pues las obras de las tinieblas y pongámonos las obras de la luz”. (Romanos 13,11-12)
En los versículos inmediatamente anteriores a éste les decía: “a nadie le debáis nada, más que el amor mutuo, porque el que ama ha cumplido el resto de la ley. El que ama no hace mal a su prójimo; por eso la plenitud de la ley es el amor. ” (Romanos 13,8-10).
Con estas palabras animaba el Apóstol Pablo a los cristianos de Roma allá por el año 57 de nuestra era a que dieran testimonio de un amor sincero entre ellos y con todos. Quisiera aprovechar yo también la oportunidad de dirigirme a todos vosotros, amigos y hermanos míos en la fe, que caminamos juntos en el pueblo de Beas hacia el encuentro con el Señor, para animaros, y animarme yo también a la vez con vosotros, ante la cercanía de las fiestas principales de nuestra fe, y poder vivirlas con verdadero sentido cristiano, con conciencia de que todos y cada uno de sus momentos, acontecimientos y celebraciones nos deben ayudar a avanzar en el camino que nos lleva de la oscuridad a la luz, del pecado al amor, de la muerte a la vida. Cristo será quien nos conduzca en este tránsito, Él será nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida.
Si queremos y nos esforzamos, no serán días llenos sólo de minutos y horas, sino de oportunidades únicas e irrepetibles de vivir un tiempo de gracia y salvación para nuestra vida y para el mundo. Todo será para nuestro bien, ninguna gracia debe caer en saco roto.
La actualización de nuestra salvación, la pasión, muerte y resurrección del Señor, es un regalo de amor de parte de Dios nuestro Padre a la humanidad, es la explicitación más clara y rotunda de su apuesta por el ser humano. Ya no le queda nada más que decirnos, Cristo es su última palabra, con la que nos ha revelado la locura de amor que siente por nosotros. Su enamoramiento por las personas no se debilita, no se enfría, no tiene fases ni niveles distintos de intensidad, no se interrumpe ni con nuestras “infidelidades”, no se cansa de renovarse cada día y de demostrarlo en cada segundo de nuestro tiempo que, por ser medido en la eternidad del corazón amante de Dios, todo él es sagrado.
¡Benditos días de pasión y ternura sin medida, sin tregua, sin fin! Pero, lo mejor de todo es que este raudal impetuoso de caridad divina es para hoy y también para mañana. Dios es en nuestro día a día una fuente que no mengua, un reloj al que no se le acaba la pila, un horizonte alcanzable, una puerta sin cerradura, un universo lleno de seis mil millones de galaxias, un sol que no se apaga, una bandera blanca, un arma vital, una tierra dada en propiedad, una medicina que cura la peor enfermedad del corazón, el egoísmo; el antídoto del venenoso orgullo, de la amarga tristeza y de la injusta avaricia, una historia de amor con un buen final repleto de abrazos y besos.
Pues, si el amor con amor se paga, no dejemos pasar la oportunidad de amar nosotros también. Esta deuda no queremos que sea cancelada, queremos que sea eterna. Si, por desgracia, llegáramos a sentir alguna vez que la deuda son los demás los que tienen la obligación de pagarla y no nosotros, estaríamos humanamente arruinados y empobrecidos de por vida.
Que en este tiempo de Cuaresma, tiempo de volver nuestra mirada a Dios, busquemos cada día su rostro y sintamos hambre de su Palabra, y así, alimentándonos de ella, reforcemos nuestra unión con Cristo que se hace presente entre nosotros muerto y resucitado en el sacramento de su Cuerpo de su Sangre para alimentar a su Iglesia con su mismo amor. Unidos en el Espíritu de Dios recemos en estos momentos difíciles unos por otros. Un saludo, y feliz Pascua de:
Vuestro amigo y párroco, José Ramón Verea Acosta, pbro.