LAS GRACIAS A QUIÉN CORRESPONDA
Siempre he pensado que las batallas hay que contarlas recién sucedan, que mientras más tiempo pase, las emociones van decayendo y los detalles se van perdiendo por rincones de la memoria que lo mismo regresan tarde. Así que aquí estoy, sentado en mi escritorio bajo la luz de un flexo intentando aún asimilar todo lo vivido en este día tan mágico, 4 (5 ya) de enero, y procurando que mis dedos sean más rápidos que mi cabeza.
Aunque intento buscar palabras adecuadas, lo vivido hoy durante todo el día es, en parte, indescriptible. Y aunque vosotros nos hayáis acompañado y lo hayáis vivido tan sólo durante unas horas de esta tarde, esta aventura comenzó cuando los pitos de carnaval empezaban a sonar entre pasodobles y cuplés. Por aquella época un rey mago decidió que lo acompañara en esta aventura, que pasará a formar parte de mi álbum de experiencias vitales. Las gracias a quien corresponda.
La aventura se fue convirtiendo en sueño cuando los pies se ponen fríos. Durante este viaje, he conocido a gente magnífica. Gente que lo dan todo por una ilusión, y que sacrifican muchas cosas por una sonrisa. He podido comprobar que hacen realmente magia y que siempre están ahí, aunque no las veas. Que no os confundan las sudaderas rojas. Las gracias a quien corresponda.
He tratado con gente con una predisposición a ayudar admirable, y que nos han dado el último empujón para no dejarnos caer, haciendo una labor sin la cual el día de hoy no hubiera sido tan radiante: entre agujas y dedales, colocándose un disfraz para hacer soñar a los más pequeños, dándole amor a niños a los que ni siquiera conocen, o simplemente acompañándonos para que no nos sin éramos solos. Las gracias a quien corresponda.
Nunca te habría podido decir que no lo hacía. Porque a las preguntas (correctas) de “¿por qué lo hacemos?” y “¿para qué lo hacemos?”, las respuestas fueron (correctas) “por la ilusión” y “para los niños”. Las gracias a quien corresponda.
Anónimo